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Combatir el estrés postvacacional, después de un período de descanso

estrés postvacacional


La vuelta al trabajo, después de un período de descanso relativamente largo, conlleva una readaptación física y emocional a unos nuevos (viejos) hábitos, que se nos antojan llenos de
obligaciones y responsabilidades, debido al espacio de tiempo más relajado que
habremos disfrutado en las últimas semanas.

Definimos el Síndrome Posvacacional, o la readaptación a la rutina diaria después de un período de descanso relativamente largo, como aquella sensación de malestar generalizado que sentimos las personas en la vuelta al trabajo, el cual nos afecta a casi todos de un modo u otro, jóvenes y adultos, en la vuelta a los estudios y en el regreso a nuestra actividad laboral y profesional habitual.

Entre finales de agosto y primeros de septiembre esta denominación del Síndrome Posvacacional suele ser portada en la gran mayoría de noticias y Trending Topic en las redes sociales más populares.

Cualquier cambio en nuestros hábitos, especialmente si son repentinos y poco organizados, genera en las personas unas reacciones psicofísicas, naturales, debido a la sensación de que las demandas ambientales y del entorno puedan superar, momentáneamente, los propios recursos.

A todo este proceso de adaptación, recordemos transitorio, lo llamamos estrés y se da en todos los seres vivos, de forma recurrente, en determinados momentos de su vida.

Por lo general, la capacidad de afrontamiento y concienciación que realizamos las personas de estos momentos nos permiten gestionar el día a día de una forma natural, mediante la puesta en marcha de los mecanismos cognitivos y conductuales adecuados, con lo que esta sensación de sobresaturación se estabiliza al poco tiempo, pudiendo disfrutar, de nuevo, de nuestro bienestar habitual.

Otra cuestión diferente es cuando esta sensación de saturación de nuestros recursos se mantiene en el tiempo. Ello conlleva que la normal activación y aceleración de estos recursos propios exceda de nuestras facultades, generando en el individuo alteraciones del estado de ánimo, de la conducta y del pensamiento.

Cualquier demanda social o ambiental prolongada en el tiempo que no recibe una respuesta adecuada por nuestra parte, conlleva un fracaso adaptativo propio, generando una activación orgánica y psicológica excesiva y un agotamiento paulatino de nuestros recursos adaptativos naturales. Es entonces cuando van apareciendo síntomas negativos claramente reconocibles como la apatía e insomnio, subidas de la tensión, alteraciones afectivas, desmotivación, dificultad atencional y de la concentración, un bajo rendimiento laboral y una mayor irritabilidad… generando todos ellos un malestar generalizado en la persona y con una desagradable sensación de cansancio cognitivo y conductual a lo largo de muchos momentos del día. Si ello no se trata adecuadamente puede evolucionar rápidamente hacia un trastorno de la ansiedad o una depresión.

Este “enquistamiento” de la sintomatología negativa que se experimenta a la vuelta de las vacaciones afecta de forma más profunda a las personas que afrontan negativamente su regreso al trabajo, ya sea asociándolo a un clima laboral desagradable, incómodo u hostil, por desagrado de las funciones que desempeña o por la incomodidad de las relaciones sociales que mantiene en su entorno profesional.

Las estadísticas también reflejan que las mujeres suelen padecer estos síntomas con mayor intensidad que los hombres, ya sea por los nuevos roles sociales asumidos o por una mayor exigencia personal frente a situaciones laborales, familiares o de pareja.

No obstante, debería quedar claro que, aunque estos síntomas existen realmente y son importantes para determinados grupos de personas que los padecen con mayor afectación, no estamos ante un trastorno o enfermedad clínica significativa si estos no son persistentes durante los tres meses posteriores al regreso de las vacaciones.

Adaptarse al retorno a nuestra actividad laboral es más o menos costosa siempre, por lo que deberíamos ser conscientes de ello y tener la paciencia suficiente como para asimilar que esta es una situación pasajera hasta que consigamos retomar el nuevo ritmo de vida.

La mejor forma de reducir esta sintomatología post vacacional y evitarnos problemas de salud significativos en la vuelta al trabajo, seria gestionar adecuadamente el fin de nuestras vacaciones y afrontar el regreso al entorno laboral de una forma positiva, gradual y paulatina, descansando las horas adecuadas, realizando alguna actividad física combinada con momentos de relax, organizándonos por prioridades y dosificando nuestras emociones.

Esta superación del Síndrome Postvacacional no sólo es un trabajo que deba realizarse a nivel individual, sino que también debería haber una importante implicación organizacional en la reducción de estos factores de riesgo psicosocial. Con la implementación de unas sencillas pautas organizativas, estos efectos negativos pueden reducirse significativamente, lo que también es muy beneficioso para la propia institución, como sería establecer una comunicación proactiva abierta y transparente con los empleados, empezar a trabajar cualquier día que no sea el lunes, escalonar y flexibilizar los objetivos laborales iniciales, realizar una planificación adecuada de la carga laboral o motivar y reconocer los logros de los empleados, entre otros abordajes.

En definitiva, entre todos deberíamos ocuparnos de nuestro día a día en vez de preocuparnos por el día a día.

Arturo Argelaguer Martínez
Pyschologist Empatif.

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